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Dejar todo para ir a Kenia. En busca del secreto de los mejores corredores del mundo.

Dejar todo para ir a Kenia. En busca del secreto de los mejores corredores del mundo.

Una idea que marca nuestro camino con Ginita, mi mujer, es que “no queremos llegar a viejos y arrepentirnos de no haber hecho algo que hubiéramos querido hacer, por no haberlo intentado”.

Por esa idea hoy me encuentro viviendo en Kenia, entrenando y trabajando con los mejores corredores del mundo, lo cual es un sueño para mi.

Me considero un afortunado porque hago lo que me encanta y por haber encontrado en Kenia una manera de vivir plenamente.

Cuando voy a alguna playa me gusta ver a los chicos haciendo un castillo de arena. Los veo 100% atentos a su trabajo, totalmente enfocados para hacerlo lo mejor posible, poniendo todo su empeño, y qué hacen cuando lo terminan?... lo destruyen.

Eso es la vida para mi. La vida es el proceso, el castillo no es nada. Nadie se llevó un castillo después de la muerte. 

Hace unos meses, Helah Kiprop, una de las atletas de Volare con la que trabajo, le regaló a Juan, un kinesiólogo argentino que vino a hacer una pasantía conmigo, la medalla de Paris 2023,  donde ganó la carrera…

La maratón de París no es cualquier carrera. Es una maratón donde corren 40.000 personas, y es una de las más importantes del mundo. Ganar esta carrera no es nada fácil.

¿Ustedes se imaginan regalar una medalla como esta? ¿Saben el esfuerzo que tuvo que hacer Helah para ganar esta carrera?  

 

No solo es el esfuerzo de correr 42km con máxima exigencia, sino que se necesitan años de entrenamiento y dedicación. Pero ella no se queda con la medalla, como los nenes no se quedan con los castillos. 

Lo importante es el proceso, los aprendizajes, las experiencias, las relaciones que uno desarrolla cuando tiene un objetivo claro y vive su vida, plenamente, en función de eso. 

 

Fui a Kenia por primera vez a finales del 2018, buscando descubrir cuál era el secreto de los kenianos, ¿por qué son los mejores corredores del mundo?

Fue un viaje de 40 días que me impactó tanto que en el 2019 volví a ir, pero esta vez con pasaje solo de ida. Si, le planteé a Gina que quería ir a Kenia por tiempo indeterminado… y ella me entendió. 

No solo eso, a esa altura también había creado Iten, un centro para corredores en mi ciudad, donde trabajábamos médicos, kinesiólogos, nutricionistas, entrenadores, etc. de manera interdisciplinaria, para ayudar a los corredores de manera integral. 

Ahí fui yo quien decidió soltar mi castillo, arriesgarlo todo y jugarme a pleno para perseguir mi sueño y guiarme por lo que sentía. 40 días no habían sido suficientes para asimilar todo aquello que había vivido en esa primera experiencia. 

Había ido para ver a mis ídolos, como a quien le gusta el basquet y viaja a Estados Unidos para ver la NBA. Quería ver cómo entrenaban los mejores corredores del mundo, cuál era su técnica, qué zapatillas usaban, qué comían, pensando que el secreto de su grandes resultados tendría que ver con algo de eso

Pero lo que más me impactó fue el estilo de vida de este lugar. La mayoría de los corredores que vemos ganar en cualquier maratón del mundo vive y entrena en Iten, un pueblo conocido como la casa de los campeones. Por eso le puse Iten al centro que creé en Bahía. Y hoy es el lugar donde vivimos con Ginita desde hace 3 años. 

En Iten cada día te encontrás con nenes jugando solos en la calle, jugando con cosas simples, como haciendo girar un aro o pateando una pelota de trapo. Es más, la mayoría de los campeones tienen en común que han crecido en contextos de mucha adversidad. Un ejemplo es Abel Kirui, doble campeón mundial y medalla de plata en los juegos Olímpicos. Abel me ha contado que, cuando era chico, muchas veces no tenían ni azúcar en la casa. Los kenianos suelen comer Uji, que es una mezcla de harina de mijo, agua y azúcar. Pero como en su casa no tenían dinero para comprar azúcar, solo comían mijo con agua. El recuerda que en esa situación, siendo muy chico, ya pensaba como hacer para cambiar su realidad. Así vive y crece la mayoría de los atletas en Kenia, pero esa adversidad los hace fuertes, y después cuando hay que entrenar están preparados para luchar más que nadie por sus sueños.

Yo había crecido con la idea de que se necesitan cosas para vivir mejor, que el confort y el placer hacen al bienestar. Pero lo que descubrí en Iten es que no son las cosas, sino que es el esfuerzo que hacemos por conseguir las cosas lo que nos hace bien

La mayoría de la gente en iten tiene lo mínimo, viven en casas precarias, ropa super usada, muchas veces no tienen gas y se bañan con agua fría. Sin embargo, siguen luchando para seguir adelante con una fe, esperanza y optimismo increíble. Siempre se los ve sonrientes y te saludan al pasar. 

Lo que nos hace bien no es estar en la cima del Everest, lo que nos hace bien es la experiencia de bien subir al Everest. No es lo mismo subirlo por nuestros propios medios, a que te suban en helicóptero. Lo interesante es lo que nos pasa y lo que hacemos en el recorrido, el esfuerzo que uno tiene que hacer para cumplir su objetivo. 

 

Eso es el éxito para mí: el tener un objetivo claro, que tenga sentido para uno, y darlo todo por alcanzarlo. El éxito no está en el resultado, el éxito no está en las cosas. El no lograr el objetivo, tampoco es un fracaso. Si hicimos lo mejor posible y no alcanzamos el objetivo es, quizás, porque todavía estamos en una etapa del proceso, y con un poco más de paciencia y persistencia lo alcanzaremos más adelante, y si no lo alcanzamos por lo menos nos quedaremos con la conciencia tranquila que hicimos lo mejor posible. El fracaso para mi es no intentarlo o dar menos que el 100%.

Lo que me impactó de Iten fue ese choque entre la idea que yo tenía de bienestar y de lo que uno necesita para estar bien con el bienestar que encontré en iten, y lo poco que se necesita para alcanzarlo. Me di cuenta que lo que realmente necesito entra en una valija. Lo que nos hace sentir plenos con mi mujer no son las cosas, sino el habernos arriesgado a crear nuestro propio camino, el haber confiado en que todo iba a estar bien y atrevernos a vivir en la incertidumbre, el habernos adaptado a una cultura tan distinta, el volver a empezar de nuevo, el reinventarnos. Todo ese esfuerzo vivido, los aprendizajes, las relaciones, y el haber seguido adelante en los momentos difíciles, hace que hoy nos sintamos super orgullosos, valoremos las pequeñas cosas y tengamos la motivación para seguir construyendo nuestro castillo.

El secreto de los kenianos, como dice uno de los entrenadores de Kenia, el secreto es que no hay secreto; no pasa por hacer algo super especial, no pasa contar con las condiciones ideales; sino, en hacer algo desafiante, poner el 100% del esfuerzo para intentar alcanzar ese objetivo, en no darle tanto valor a los castillos y enfocarse plenamente en cómo construirlo… porque la clave del éxito está en el proceso.

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